Leer la dimisión de Theresa May como un hecho aislado de los últimos tres años de fracaso por parte del gobierno conservador sería un error. Si algo hemos visto en los últimos años es que May no ha estado a la altura de un escenario complejo que ha ido in crescendo y que cuenta ahora con un rechazo no solo ciudadano, sino también dentro del partido conservador. 

Haríamos mal también en poner el foco en las luchas internas y las dimisiones elocuentes en el (ex)entorno de la ahora primera ministra interina. Toca hablar, como siempre, de las consecuencias y el impacto que el Brexit tendrá para la ciudadanía (nacionales y migrantes) y que en este escenario de incertidumbre no tienen respuesta alguna por parte de los representantes políticos conservadores que estan más preocupados en la sucesión de May y los enfrentamientos internos.

La dimisión de May abre la puerta a un llamado “Brexit duro” sobre todo con la posibilidad de Boris Johnson asumiendo el liderazgo en remplazo de May. Esta es, sin duda, una terrible noticia. Un combo alarmante que sostiene la incertidumbre por un lado y que le aumenta dosis duras de xenofobia, discriminación y, por supuesto, neoliberalismo conservador. Ese es el perfil de Johnson con lo cual se prevé más tensión en la relación de Reino Unido con la UE y más escenario de incertidumbre en un país que está pidiendo más respuestas que conflicto.

Dado este escenario lo lógico sería devolver la voz a la gente de manera urgente. Ya sea vía nuevas elecciones, un referéndum sobre el Acuerdo, la validación de un nuevo proceso de negociación, o un segundo referéndum. Más aún si tomamos en cuenta las cifras sobre el cambio de opinión de la ciudadanía sobre el Brexit, en gran parte por la terrible negociación del acuerdo liderada por Theresa May, y que dan cuenta de un nuevo momento en la intención ciudadana. Cuando hablamos de democracia hablamos de oír y respetar la voluntad de la gente. No tiene sentido seguir haciéndole pagar la mala gestión conservadora a la ciudadanía.

Frente a esta amenaza la apuesta del Partido Laborista liderada por Jeremy Corbyn sigue siendo la única que pone en el centro de sus preocupaciones los derechos, la necesaria recuperación de los servicios públicos esenciales, la defensa de la democracia y la convivencia. Al final del día, al igual que aquí en España o en Perú, la única forma de poner freno y fin a los discursos reaccionarios, demagógicos, xenofóbicos y de odio, es acabando con las causas que les sirven de caldo de cultivo. En Reino Unido está es una urgencia.