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VIÑETA: EL ROTO

Amistades peligrosas: cómplices de la extrema derecha

En estos días se habla mucho de las ultraderechas. En algunos casos, la amenaza tiene nombres propios, en otros, escaños, y en un país vecino, la Presidencia. La amenaza, antes abstracta, ahora tiene efectos concretos. Pero, ¿qué hacemos con sus cómplices? En un escenario donde la amenaza fantasma ha dejado de serlo para convertirse en peligro tangible cabe preguntarse si es sólo uno el adversario.  Dos ejemplos en las últimas semanas ilustran tanto la amenaza en el terreno concreto como a sus cómplices: Jair Bolsonaro en Brasil y Vox en España.

“Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad.”

Marguerite Yourcenar - ‘Fuegos’

Publicado: 2019-01-07


En su reciente juramentación como Presidente brasileño, Jair Bolsonaro puso el listón donde ya lo habíamos visto durante la campaña: en el extremo derecho. Habló del respeto a la tradición “judeo-cristiana” olvidando, por ejemplo, que Brasil es un Estado laico. Hizo un llamado a combatir la “ideología de género” a la par que se contradecía al decir que en Brasil se acababa el periodo de “amarras ideológicas”. Como si cada palabra enunciada no tuviera un muy notorio componente ideológico conservador y machista. Habló también de la seguridad “para las personas de bien”, lo cual es un limbo que, dado el historial del nuevo presidente, debería alarmar a la población LGTBIQ, a los y las indígenas y, por supuesto, a sus opositores. Lo cierto es que Bolsonaro ganó en las urnas, pero creer que lo hizo por su proyecto de país es una lectura menos que simplista. Brasil votó anti-PT de manera sustantiva y por razones que pueden gustarnos más o menos, pero lo cierto es que hoy el resultado del “antipetismo” en las urnas, no es otra cosa que un proyecto concreto: conservador, neoliberal (aquí) y autoritario. Y estamos recién empezando.

El otro ejemplo es Vox en España. Un partido político que con doce escaños en el Parlamento Andaluz ha iniciado ya negociaciones con las derechas (Partido Popular y Ciudadanos) para investir un Gobierno en Andalucía. Y han iniciado estas negociaciones poniendo sobre la mesa un primer elocuente tema de agenda: acabar con las leyes que protegen a las mujeres de violencia machista. Esa es su línea roja, su condición a priori, su golpe sobre la mesa. ¿Nos sorprende? No realmente. Lo que sorprende es el desparpajo, pero, sobre todo el coqueteo inmediato con el que han reaccionado las derechas que, en el fondo (y no tanto) comparten con VOX una agenda que se construye de espalda a las mujeres. Hemos visto al Partido Popular apresurado en hacerle guiños a la ultraderecha de VOX al aceptar hablar de “violencia doméstica” y no de violencia de género, retrocediendo así años de lucha que las mujeres habían ganado. Y, repito, estamos recién empezando.

Tal vez lo que más llama la atención es que ni Bolsonaro ni VOX han tardado en la arremetida. Lo de “reaccionarios” también lo tienen de veloces. Pero, como comentaba líneas arriba, no sorprende el proyecto. Hoy me hago otra pregunta. ¿Es posible ser tan duro de saque sin cómplices? ¿Es posible marcar la agenda setting nacional (o plurinacional) sin "ayudas"? ¿Dónde están y qué hacemos, con los cómplices de esta ultraderecha que hoy en día tiene muy poco de abstracta?

dueños de medios de comunicación brasileños dan apoyo a bolsonaro durante elecciones 2018

Recordemos las últimas elecciones brasileras. Bolsonaro gozaba ya de sus propias ventajas por, entre otras cosas, el voto anti PT y el lógico apoyo de los sectores evangélicos, pero no hubiera logrado un crecimiento sostenido sin otras dos variables. De un lado, el apoyo del gremio empresarial que empleó la misma fórmula que hemos visto antes (recuerdo España durante el 2015 o Grecia en 2014): cuando las encuestas daban ventaja a Bolsonaro, los índices bursátIles y la cotización del real mejoraban como por “arte de magia”. De otro lado, ciertos grupos mediáticos cuyos dueños o principales referentes apoyaron explícitamente al ahora presidente, pero también aquellos medios que, de manera más tímida pero igual de irresponsable, apostaron por un silencio injustificable frente a mensajes basados en fake-news utilizados por la campaña de Bolsonaro. 

De manera similar, VOX en España logra irrumpir en la agenda gracias a dos apoyos: los medios de comunicación como ventana de difusión de su discurso (también basado en fake-news) y las fuerzas políticas de derechas que han renunciado a la denuncia de la amenaza que supone VOX, para abrazarlos porque “les son necesarios” para llegar al poder.

Sobre los medios de comunicación pesa una responsabilidad importante. Cuando el norte se reduce a número de “views” y “viewers”, al morbo, al rating, a los clicks, etc. el periodismo deja de serlo. En las últimas semanas, en España, hemos visto a los medios de comunicación dejando el rigor en el cajón. Me ha escandalizado una entrevista publicada en 'El Mundo' (no la pondré aquí porque no es mi intención darle clicks) a una portavoz de VOX donde no ha habido repreguntas pese a que las respuestas no lo eran realmente, tampoco ha habido contraste de información o data cuando la entrevistada anunciaba cifras y afirmaciones falsas, ni ha habido preguntas sobre algún otro tema que no fuera el que esta fuerza política de extrema derecha quiere poner sobre la mesa por sus propios intereses. A VOX, hoy, le interesa sólo hablar de la falsa ideología de género o de las denuncias falsas en violencia. Fake news en toda regla y hay medios que les permiten tanto hablar sólo de este tema como hacerlo en sus términos, es decir, hasta con sus propias cifras. Pero como ‘El Mundo’, tenemos  varios ejemplos televisivos y radiales. Es más, la cereza envenenada de la torta es ver cómo algunos medios hoy “justifican” con una mal entendida “neutralidad” informativa, el empezar a hablar también de “violencia doméstica”, cuando la LEY habla de violencia de género. Del silencio cómplice de ayer, han pasado a la aceptación cómplice de un discurso nefasto. Y todo, en menos de dos meses. (Más sobre el papel del periodismo y lo que podemos hacer frente a la extrema derecha aquí).

Pero, por otro lado tenemos a los partidos políticos. Si España era la excepcionalidad europea porque la extrema derecha había sido contenida gracias, entre otras cosas, al 15M, hoy vuelve a serlo pero por lo inverso: a diferencia de otros países de la región solo en España vemos a las derechas del Partido Popular y Ciudadanos pactando con la extrema derecha con tal de conseguir gobernar. Una puede discrepar mucho con Merkel y con Macron, pero ver a la primera pactando con el ultrismo de AfD o a Macron con Le Pen es, hoy, inconcebible. Pues bien, el PP y Ciudadanos no han tardado ni un mes en hacerlo. Y aquí es donde radica un problema clave.

Hace unos días, en las redes sociales peruanas, leímos a Madeleine Osterling aplaudiendo en tuiter a Jair Bolsonaro y deseando que a Perú llegue un Presidente con su “firmeza”. A su vez, Marta Meier ha señalado que le gusta un presidente tan claro como Bolsonaro y que lo de “prefiero un hijo muerto que gay” fue un error. No son las únicas ni las más importantes, pero nos permiten ilustrar lo siguiente.

sobre fascismos. viñeta: el roto.

Durante las elecciones brasileñas hubo quienes dudaron sobre utilizar fascista o ultra como adjetivos para referirse a Jair Bolsonaro. Hubo incluso quien no quiso decirle ni racista ni homófobo (el discurso del “error”) pese a las declaraciones que no dejan lugar para dudas. Del mismo modo, en España, cuando VOX inició su periplo electoral por Andalucía hubo quienes prefirieron llamarlos “fuerza política de derechas” a secas, porque lo de fascistas o extrema derecha o ultras o misóginos u homófobos, les parecía “demasiado”. Llamar las cosas por su nombre es, en ocasiones, una revolución y, como todas, tiene costos. Pero es también una responsabilidad que debemos asumir, ciudadanxs y representantes políticos. Del mismo modo, al periodismo le corresponde rigor con los datos, ampliar el abanico de temas de agenda porque eso sería lo verdaderamente “imparcial” (e informativo) y denunciar cuando discursos racistas, homofóbicos, que incitan el odio, machistas, etc. se abren paso pues atentan contra nuestras propias leyes por no hablar ya de los códigos éticos editoriales que algunos medios parecen tener sólo de adorno.

Como vemos, se hace difícil hablar sólo de la extrema derecha si no señalamos también a quienes desde el silencio cómplice o la omisión de su propia responsabilidad (periodismo), contribuyen con "sembrarla", darle margen de acción y alcanzar una exposición que otras fuerzas políticas no logran por falta de "polémica". 

Señalar, nombrar, denunciar es una apuesta ciudadana antes que un acto de rebeldía. Es una acción necesaria antes que provocadora. Y nos interpela a todos y a todas quienes también sentimos a un falso pepito grillo defendiendo una falsa corrección política. Hoy nos toca llamar por su nombre al fascismo, a los reaccionarios, al “ultrismo”, a la extrema derecha, a la homofobia, al machismo, al autoritarismo, etc. Pero así como no debemos temer nombrar a las amenazas, toca también señalar con el dedo acusador a quienes están sumando con su irresponsabilidad -ya sea en forma de aplauso o silencio- el crecimiento de los extremismos a un lado y al otro del charco. Decirles cómplices es lo mínimo. Desmontarlos es urgente.


Escrito por

Laura Arroyo Gárate

Feminista, lingüista, trabajólica y miope. 100% peruana.


Publicado en

Altoparlante

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