Siria: no a todas las guerras
Tristes armas si no son las palabras...
Hoy todos hablamos de Siria. Hoy todos nos preocupamos. Hoy nos indignamos. El bombardeo liderado por EEUU en coalición con Francia y Reino Unido sobre Siria es la noticia del momento. Ciento tres misiles de crucero desde vehículos militares han sido los protagonistas de la madrugada en Siria y han generado ya una serie de reacciones diplomáticas y políticas. Las llamadas al “no a la guerra” no se han hecho esperar. Y yo también hago esa llamada, pero no puedo evitar recordar que la guerra existe. Siria lleva siete años en guerra aunque las portadas no te lo cuenten a diario, los ataques se hayan normalizado y las redes sociales simplifiquen. ¿De qué hablamos cuando decimos “No a la guerra” en este contexto? ¿Cómo le dices “no a la guerra” a los y las sirias luego de estos siete años de conflicto?
En un potente artículo, la abogada en derechos humanos Leila Nachawati, apunta:
"Esos análisis a vista de pájaro, reduccionistas del Otro, que abundan hoy, son en realidad un reflejo macabro de la realidad del país: Siria ya no es de los sirios/as. Las demandas de libertad, justicia y dignidad que empujaron a tantas personas a las calles de Siria y del resto de Oriente Medio llevan tiempo ahogadas, secuestradas, aplastadas por intereses geoestratégicos de las grandes potencias, principalmente por Rusia, Irán, Turquía y (de un modo tremendamente errático desde los inicios) EE. UU. "
Y esto es así. Siria está secuestrada. Esta madrugada ha dado luces a un nuevo episodio de una guerra ya desatada. Estar contra la guerra es lo mínimo indispensable en este contexto. Estoy contra la guerra. Estoy contra todas las guerras. Y por eso denuncio por igual las acciones iniciadas por EEUU y lideradas por Trump -así como la coalición de países que las ha respaldado- tanto como el padrinazgo de Rusia a un régimen autoritario y macabro que ha hecho de un conflicto su mejor terreno de supervivencia. El conflicto en Siria ha dejado ya más de 350.000 muertos y millones de desplazados y refugiados. Cualquier opositor al régimen de Al Asad es considerado un terrorista y las represalias son indescriptibles en palabras. El brote de protesta en Siria que se inició en marzo del 2011, en el marco de la Primavera Árabe, ha sido y sigue penalizado de manera brutal y con ello se ha esterilizado cualquier terreno de esperanza de acabar con el conflicto. De apagar los gritos que nunca acaban.
Aquí cabe denunciar la hipocresía, siempre rimbombante, de Donald Trump, un mandatario que pretende justificar un bombardeo por “defensa de las libertades y la democracia”. Cínico no…lo siguiente. No tiene derecho a hablar de libertades y justicia ni de defensa de la población a la par que no sólo lidera un bombardeo, sino que defiende políticas de represión y violación de DDHH en múltiples ocasiones y en múltiples contextos. Lecciones, ni una. Pero ojalá fuera todo sólo un tema de relatos. Aquí lo que hay es una violación total al derecho estadounidense e internacional. El bombardeo es totalmente ilegal. Y esto no lo dice China o Rusia (por si alguien ya pone “peros”), lo dice, por ejemplo, muy claro el embajador boliviano ante la ONU en una reciente intervención.
El problema es que este bombardeo ilegal cuenta con el apoyo de una serie de estados que tendrán ahora que inventarse un mejor relato para justificar estas acciones y su aplauso más o menos matizado. No olvidemos que hubo también quien justificó la invasión de Irak por la utilización de armas químicas. Sólo basta detenerse unos segundos para hacer memoria. Al respecto de esto, a propósito de la Cumbre de las Américas en Lima y del aplauso emocionado de cierta "izquierda" a Justin Trudeau hay que decir que ha apoyado abiertamente el bombardeo de esta madrugada. La progresía estará, cuando menos, descolocada. Esto pasa cuando asumes como referente de la izquierda a un personaje que nunca lo ha sido. Trudeau será muy bacán para algunas cosas, pero es de la cuerda que es y hoy se alinea de manera previsible. Muy diferente, por ejemplo, la reacción de Jeremy Corbyn en una apuesta por hablar del alto al fuego y la denuncia de la imposición de Washington en la política de May.
Pero sigamos en Siria. Sí, Trump y sus aliados merecen el mayor de los rechazos, pero también lo merece sin duda Rusia por defender a un régimen opresor, responsable de la mayor cantidad de crímenes de lesa humanidad en la zona y denunciado en numerosísimas oportunidades por organismos internacionales. La utilización de armas químicas por parte de Al Asad, además, ha sido ya investigada y probada respecto al ataque ocurrido el año pasado.
La guerra en Siria ya existe y esta guerra es producto de múltiples actores. Hay que rechazar enfáticamente las acciones ocurridas esta madrugada por ilegales, pero aún si asumiéramos (cosa que yo no haría) que la intención es acabar con los arsenales de armamento químico, hay que decir que se trataría de una acción además de ilegal, insuficiente. Ni a EEUU le emociona lo de vencer a un régimen que comete crímenes de lesa humanidad (la ironía es que lo haga bombardeando) ni al régimen dejar de fomentar el conflicto. El riesgo de las acciones de esta madrugada es tremendo y esta es una alerta importante. Basta con mirar las provocaciones de EEUU como las reacciones de Rusia para entender que esto no va de Siria únicamente y, por tanto, que las acciones en la zona responden a intereses concretos entre potencias que de un lado u otro justifican una demostración de poderes que puede llevarnos a un conflicto internacional de gran magnitud. La antesala la tenemos ahí, en Siria. Un territorio secuestrado por estas potencias, un territorio donde ya no hay bando bueno, ni democracia ni justicia y donde lo que hace falta es un alto al fuego que aún de llegar hoy, llegaría siete años tarde.
Decir “no a la guerra” en este contexto parece, ahora que lo escribo, vacío. Pero es del más sincero sentido común, un sentido común que tanta falta hace en estos momentos. Debemos ser capaces de poner el dedo acusador en quienes utilizan, fomentan y sostienen un conflicto para sus propios réditos sin tomar en cuenta ni las normas, ni los derechos, ni la gente que grita en el medio y es ensordecida por las bombas. Ya lo decía el poeta Miguel Hernández: Tristes armas si no son las palabras...