¿Esquivar, cabrear o disputar la agenda?
Periodo electoral: dícese del momento en que no importa en qué país estés, los medios hablarán de Venezuela.
Parafraseando muy mediocremente la frase de Levitsky, podríamos decir que de la fuerza de la (pre)candidatura de Verónika Mendoza se tenían dudas y ahora se tienen pruebas. Pruebitas, cuando menos. No se explican de otro modo las reacciones a su “anunciada” precandidatura, reacciones que van desde el aplauso encendido, hasta el rechazo también encendido, aunque los casos son menos. Creer que el anuncio de Mendoza no repercute es cerrar los ojos y lo digo luego de haber oído también a más de uno indicar que “no la conoce nadie” lo cual, ahora mismo puede ser cierto en comparación con los otros candidatos, pero en un contexto electoral como el que se viene, será la variable más fácilmente revertible.
Escribo estas ideas, nuevamente al vuelo, luego de haber asistido a un deja vu triple por el remolino de venezolanismos que han teñido los comentarios políticos en mi lado favorito del charco durante los últimos días. Me sentí nuevamente en medio de la campaña del 2006, la del 2011 y finalmente a inicios de este año aquí durante la campaña española. No quiero hacer aquí un balance sobre lo que debió o no debió decir Mendoza. Hay textos que ya han acertado. En especial el de Ramiro Escobar (aquí) recordando que hay maneras de desmarcarse con elegancia de los temas incómodos, el de Carlos Meléndez (aquí) que recuerda que el “deslinde” –aunque no me convence el término- implica también un combate discursivo contra los fantasmas que nos siguen significando mucho en el país (por eso Venezuela es un tema más cutáneo en Perú que en España), o el agudo comentario de Irma del Águila (aquí) sobre la importancia de pisar con coherencia todos los terrenos, aún los pantanosos, si te perfilas como una opción que enarbole justamente esta bandera de coherencia.
Lo interesante no es la venezolanización de la (pre)campaña, sino lo que nos ha alertado de manera tan anticipada. Quien ha visto la entrevista hecha por Leiva a Mendoza notará que lo jugoso viene después. El titular lo entregó Mendoza al titubear, sí, pero iba a haber un titular pesado de todos modos. He de reconocer el coraje de la precandidata para entrar en una discusión sobre la concentración de medios, en Canal N y con Leiva de portavoz contraria, un tema en el cual se defendió con mucho más acierto que respecto del venezolano. El “ustedes todavía no entienden” de Leiva es de una elocuencia bárbara. Su cierre con “siguen con el San Benito” es una delicia discursiva.
Hoy es Venezuela, mañana será la regulación de propiedad de medios, pasado, el modelo productivo, y continúe usted la lista. Quedarán hacia el final del camino temas como el matrimonio igualitario pues ya hay consensos generados (sentidos comunes) y ahí es donde Mendoza saldrá bien librada. Lo interesante entonces, disculparán ustedes, no es salir en defensa o reproche de Mendoza por la respuesta que ella misma ha reconocido desafortunada cuando ha condenado la represión vía tuit (tarde pero vale), sino el anuncio temprano de la disputa de fondo: la agenda. Es aquí donde uno toma la decisión: ¿esquivarla, cabrearla o disputarla?
Esto me recuerda a un texto que escribió hace unos días Íñigo Errejón, jefe de campaña y secretario político de Podemos, del cual me quedo con el siguiente párrafo para leer lo que vemos –y veremos- en la campaña peruana:
“La conclusión es clara: va a haber hostigamiento cada vez que intentéis disputar las posiciones del sentido común de época, las ubicaciones potencialmente de mayorías. Pero puede haber un trato amable e incluso ciertas dosis de reconocimiento, si os acomodáis al espacio residual de pura y folclórica minoría. Se puede ser radical y recibir elogios por ello. Lo que no se puede esperar es recibir elogios y, a la vez, pretender construir una mayoría nueva (…)”
En efecto, no se puede ir a una entrevista y no tener claro lo que se está disputando y por tanto los costos de pisar el palito o, peor aún, entregarse al marco donde te quiere el adversario porque te gana. Venezuela será siempre parte de ese marco, al igual que el arrinconamiento en el eje 'izquierda-derecha', del cual, por cierto, se está tardando en salir. Ahora nos tienen justo donde nos quieren (y se la hacemos fácil): entrampados en la discusión interna sobre si deslindar o no de Venezuela, los dilemas recurrentes sobre la división de la izquierda, la discusión autorreferencial, etc. Todo menos apropiándonos de los sentidos comunes que están ahí en la calle pero que, como todo, serán pronto apropiables por quien juegue con mayor destreza mientras nosotros seguimos discutiendo en términos que nos imponen desde el bando contrario.
Disputar la agenda implica pragmatismo en función de “aglutinar” antes que en función pedagógica. Me temo que es en este aspecto en que siempre hemos estado un poco flojos. Aglutinar implica ocupar la centralidad del tablero que no es el centro ideológico (no nos confundamos), pero que sí implica jugar en medio de contradicciones. El caso Venezuela es muy gráfico de estas contradicciones en las que hay que saber responder rápido para volver al marco que nos suma y no quedar en la trampa.
Por esto, lo importante es trazar una estrategia de campaña: ¿qué temas priorizamos? ¿a quién nos dirigimos? ¿línea de oposición o de proposición? ¿discurso de hartazgo o de ilusión? Hay que tener en cuenta, además que esta es una campaña en que no ganará la izquierda, sino la “alternativa”. Esto obliga también a delimitar un enemigo concreto. No basta decir “no Alan, no Keiko, no PPK”. Eso sirve para el primer paso que es siempre muy corto. Sin enemigo definido (y hablo de uno) no tienes una identidad fuerte que aglutine. Esa es una pregunta que deberíamos hacernos desde la izquierda de cara al proceso electoral que inicia. Eso permitirá ser trasversales y, sobre todo, dejar de entrar en los marcos en que nos ganarán siempre como en los últimos días.
Pero, sobre todo hay que ser conscientes de lo siguiente: jugar implica costos, pero perder en el 2016, me temo, significa para la izquierda tal vez no recuperarse hasta dentro de muchos años.