Cuando el 15 de mayo del año 2011, miles de jóvenes ocuparon Puerta del Sol, una plaza en el centro de Madrid, no sabían que estaban construyendo algo más fuerte que un partido político, un movimiento social o una organización civil. Ese día ellos construyeron un momento y constituyeron el punto de partida que ha desencadenado un fenómeno político que a la fecha sigue sin ser entendido a cabalidad. Ese momento iniciado aquel 15 de mayo determina hoy el año electoral español y constituye la amenaza más fuerte a un bipartidismo que ha alcanzado sus límites.
podemos: radiografía de un fenómeno

Cuando uno se pregunta por el surgimiento de Podemos, las respuestas no se hacen esperar. Que son la consecuencia de la crisis económica, que son la articulación del movimiento de los indignados, o que son el voto de castigo a los partidos políticos españoles tradicionales, son algunas de las que se escuchan cotidianamente en las estaciones de metro. Sin embargo, ninguna de ellas alcanza describir los orígenes de un fenómeno en el cual confluyen muchas más variables que las racionales y, por qué no decirlo, también una dosis, aunque mínima, de casualidad.

La Unión Europea sobrevivía una fuerte crisis económica y el gobierno de Zapatero, que en un primer momento gozó de simpatía por sus políticas de igualdad en materia de derechos civiles, transitaba una segunda legislatura opacada por las medidas económicas que disfrazaron de “austeridad” lo que eran recortes en áreas fundamentales como educación, salud y trabajo, golpeando precisamente a las mayorías. A ello se sumaron medidas en política internacional que permitieron, entre otras cosas, recrudecer las políticas de seguridad en las fronteras españolas. El descontento in crescendo, la pálida sombra de lo que fue el estado de bienestar y los miles de jóvenes desesperanzados frente a la incertidumbre de un futuro que se veía cada vez más crudo, hizo crecer el rechazo frente a lo que constituía “más de lo mismo” en España.

De otro lado, los partidos políticos, tanto de derecha como de izquierda, no gozaban de representatividad suficiente como para alzarse con la voz de una oposición significativa, pero sobre todo coherente. El momento se iba gestando, pero los partidos no eran capaces de advertirlo. Habían perdido el contacto popular fundamental para la representación. Mientras tanto, en las calles y, sobre todo, en algunas plazas universitarias, jóvenes agrupados en espacios estudiantiles pequeños pero constantes, empezaban a discutir y debatir pero, lo que es más importante, tentar la acción. El sentir era el mismo, la aparición de un “algo”, o un “alguien” que cubriera un vacío se hacía necesaria. El vacío, lo cuenta la historia, no se mantendría por mucho más tiempo.


De la hipótesis ‘Podemos’ a la práctica

En el libro ‘Conversación con Pablo Iglesias’ de Jacobo Rivero, encontramos los matices tal vez más importantes del líder de una agrupación que no podría definirse aún, y tal vez nunca, como un partido político. En dicho texto, en el epílogo escrito por el propio Iglesias se habla de la hipótesis ‘Podemos’, de su contexto de origen y de la oportunidad. La receta parece sencilla: sumar contexto de descontento, conjugar el sentir ciudadano con la comunicación efectiva y dar el salto. Pero en política no existen recetas. El proceso es más complejo y se remonta a años atrás.


Ecos de primavera

CAMPAMENTOS EN PUERTA DEL SOL. 15M INDIGNADOS (2011)


Corría diciembre del año 2010 cuando estalló la revolución Tunecina. Con ella se dio inicio a una serie de protestas populares, rotuladas como “la primavera árabe”. La sociedad civil fue protagonista y determinante para el éxito de estas manifestaciones que en Túnez y Egipto, por ejemplo, lograron derrocar a gobiernos autoritarios que en otro momento habrían sido impensables de vencer.

“En ese momento la idea de que ‘todo es posible’ empezó a calar en muchos de nosotros”, narra una compañera madrileña que pudo vivir la primavera árabe en el lugar de los hechos. Estas manifestaciones, además, no sólo representaban vientos de cambio dentro y fuera de las fronteras donde se desarrollaban, sino que se caracterizaron por ser la evidencia concreta de que la voz ciudadana tenía suficiente poder si a ella se sumaba una dosis de esperanza y otra de terquedad. Pero no sólo renovaron el discurso revolucionario, sino también forjaron una suerte de “nueva metodología” de la protesta.

“Cuando el 15 de mayo en Madrid se toma la decisión de acampar en Sol estábamos reproduciendo este método de protesta simbólica de las manifestaciones árabes y por eso funcionó”, recuerda un protagonista de lo que luego fue conocido como el movimiento de los Indignados. La apropiación del espacio público, pero sobre todo, de un espacio simbólico y neurálgico de la ciudad contribuía con la idea de visibilización del descontento y de potencia de las demandas. La asociación por demás heterogénea de quienes protestaban fue también una característica importante del 15M. Ningún partido político o movimiento social “encabezaba” la protesta. Era una asociación de ciudadanos, el rechazo colectivo y la conjunción del descontento popular, lo que albergó a miles de jóvenes, muchos de los cuales participaban por primera vez en un espacio de protesta. Con el único lema común “¡Democracia Real Ya!” fueron el caldo de cultivo para un fenómeno como ‘Podemos’.


De la primera plana al ‘trending topic’

Con la irrupción del internet no sólo cambió la interacción y comunicación entre individuos, sino que también se entablaron nuevas formas de organización social y espacios de encuentro. Los virales, los personajes influyentes surgidos desde las redes sociales y las nuevas primeras planas en forma de ‘trending topic’, marcaron características constitutivas de estas manifestaciones que no sólo empezaron a ser convocadas a través de estos nuevos lugares de encuentro sino que, y sobre todo, eran narradas a tiempo real desde el lugar de los hechos por miles de usuarios. Cabe mencionar que en España la brecha digital es de las menores en la Unión Europea. El nivel de decrecimiento económico no se condice con el acceso a tecnologías.

Al final del 15 de mayo, luego de un día de protesta pacífica, miles de jóvenes que seguían manifestándose en Puerta del Sol fueron duramente reprimidos. Si bien la protesta no gozaba de índices de participación ciudadana nunca antes vistos en el país, el impacto de la misma era sistemáticamente reproducido en redes sociales lo que permitió que una decisión crucial cambiara el curso de los eventos: los manifestantes deciden acampar en Puerta del Sol como señal de protesta frente a la represión y ratificando su indignación frente a un sistema que no ofrecía alternativas. 

Al día siguiente, frente a la certeza de que los miles de jóvenes manifestantes habían sido reprimidos por reclamar nada menos que un elemento del sentido común (democracia), y ante el silencio convenido de la prensa española, el número de manifestantes empezó a crecer a diario. La manifestación que sumaba adeptos cada día se replicó en otros lugares de España como señal de solidaridad con los indignados y en rechazo contra el sistema. En un hecho hasta antes impensado, podía verse juntos a anarquistas, comunistas e independientes y, si bien algunos militantes de base de partidos políticos se sumaron al momento, ninguno lideró el proceso. Esta separación entre partidos y ciudadanía fue elocuente. La división “nosotros” y “ellos” era evidente y Podemos la utilizaría en la construcción de su discurso meses después. El enemigo estaba dibujado y la ciudadanía tenía por fin un punto de encuentro concreto: el cambio.

Cuando las elecciones autonómicas españolas a fines de ese mayo dieron como gran ganador al Partido Popular a nivel nacional, ya no hubo camino de retorno. La realidad indicaba que al margen de la protesta serían los mismos políticos de siempre quienes se repartirían el pastel y fue en ese momento que una figura como la de Pablo Iglesias, líder carismático y mediático, cobró un protagonismo rotundo en un escenario de descontento que no lograba encontrar a un portavoz legítimo.


Un 20% llamado Pablo Iglesias

pablo iglesias en la asamblea ciudadana 2014. Foto: Reiner wandler : http://blog.reiner-wandler.de/

Cuando se habla de Podemos se habla de Pablo Iglesias. Actual eurodiputado en Bruselas, Iglesias es el líder del resultado del momento que el 15M originó. Un 80% del surgimiento de Podemos se explica en las variables arriba explicadas, pero un 20% es la figura de ‘el coletas’. “ Si no hubiera sido Pablo, hubiera sido otro”, coinciden en señalar algunos compañeros que, a su vez, completan la frase con un acertado “pero tuvimos suerte de que fuera Pablo y no otro.”

Politólogo, profesor en la Universidad Complutense de Madrid y presentador de espacios de debate político en medios de comunicación, Iglesias no ha sido nunca producto de un accidente. Militante de la Unión de Juventudes Comunistas de España desde los 14 años hasta los 21, Iglesias creció en el mundo de la política. Su cercanía a la izquierda vino desde casa, pero la supo combinar, y he ahí una característica que le sumaría en la construcción de su liderazgo, con discurso sencillo y presencia mediática. 

Consciente de que los liderazgos del siglo XXI se construyen también y sobre todo en los espacios de comunicación, en el año 2010 inició el proyecto “La Tuerka”, un programa de tertulia política que lo llevaría luego a ser un ‘tertuliano’ regular en la gran prensa española. No era más una figura de la periferia mediática y, lo que es más importante, tampoco lo era su discurso. Iglesias supo personalizar el sentir de la ciudadanía en las calles, sí, pero también conjugarlo con las nuevas formas de comunicación de nuestro siglo. 

Dotó de nombre y rostro al enemigo común al cual se refirió como ‘casta’, término que ha calado en el discurso español del momento en todos los niveles. La disputa por el poder es una lucha que se da también en el discurso y esto es algo que Iglesias y ‘Podemos’ han llevado a la práctica desde un inicio. Si a ello le sumamos la utilización de las nuevas formas de comunicación con las características de uso pero también estéticas de las mismas, completamos el panorama. “Podemos es un espacio político que tiene la formación de nuestro tiempo”, enfatiza una simpatizante.

Así, con las cualidades notorias de un comunicador académicamente solvente, un discurso caracterizado por sintonizar con el día a día en las calles y, por otro lado y no menos importante, con un carisma natural que calzaba con el momento político español, Iglesias pudo concederse un atrevimiento. En una apuesta arriesgada y pocas veces vista en política, el 17 de enero del año 2014, en el Teatro del Barrio en Lavapiés, anuncia públicamente que estaba dispuesto a presentarse a las elecciones del parlamento europeo siempre que la ciudadanía se lo pidiera. Esta petición ciudadana debía plasmarse concretamente en la siguiente cifra: 50 mil firmas.

La apuesta, lo dice la historia, fue ganada de manera contundente. En las cuatro horas siguientes, tendría el respaldo de más de 50 mil ciudadanos españoles y las elecciones al Parlamento Europeo (2014) fueron los primeros comicios a los cuales se presentó ‘Podemos’, con poco más de dos meses de constitución. El resultado ratificaba el fenómeno: 1 millón 253 mil 837 votos a favor lograron colocar a cinco eurodiputados en Bruselas. Pablo Iglesias, el primero de ellos. 

‘Podemos’ dejó de ser una posibilidad o, como lo llama su líder, una hipótesis y alcanzó la legitimidad requerida para emprender apuestas más arriesgadas. En los locales centrales del Partido Popular y el PSOE tiemblan aún los líderes que no han logrado empatar con una ciudadanía que por un lado da un voto a ‘Podemos’ apostando por el cambio y, por otro, da un voto de castigo a las fuerzas políticas tradicionales apoyando a esta nueva agrupación. 

Como recuerda al mismo Iglesias en el texto de Rivero, ya en el verano del 2012 se alertaba en distintos espacios sobre la necesidad de generar una confluencia entre fuerzas políticas de distintas tendencias y sociedad civil con la intención de elaborar un plan conjunto y frenar el descontento. El pedido no llegó a buen puerto. Lo que llamaron “sublevación” en un momento, es ahora el contingente de una agrupación que ha logrado desmitificar la idea de que en España “todos son iguales”. La campaña, sin embargo, recién empieza y, en el camino, ya han saltado diversos obstáculos, pero ellos son materia de otro texto.

Lo que cabe reconocer es la capacidad que tuvo un grupo de jóvenes para no ceder frente a sus demandas y, la astucia y visión política de quienes ahora lideran una agrupación que hizo lo que el sentido común manda: escuchar a sus ciudadanos. La receta parece fácil, pero el proceso es el que distingue vientos de cambio, de pequeñas corrientes de aire. 



Publicado en Diario Uno

Febrero 2015